Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, encargado de cuidar una ermita en la que había una cruz muy antigua a la que acudía la gente para orar con mucha devoción a Cristo.
Un día el ermitaño Haakon, se arrodillo ante la cruz y dijo: Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu lugar, quiero reemplazarte en la cruz.